El próximo jueves 25 de enero a las 17:00h. en nuestra Biblioteca se celebrará una nueva sesión de la Escuela de familias, conducida por Marta Bolín.
La temática será la Comunicación con los adolescentes: cómo hablar para que nos oigan y cómo escuchar para que nos hablen. Esta será la primera de dos sesiones con esta misma temática puesto que la siguiente también versará sobre la comunicación.
Os recomendamos encarecidamente la participación en ambas sesiones.
Este es el resumen de lo tratado en la sesión:
LOS PADRES SOMOS PERSONAS “Padres liberados, hijos liberados” A. Faber,
E. Mazlish
SENTIMOS LO QUE SENTIMOS
Podemos saber lo que sentimos en la mayoría de las situaciones, identificar nuestros sentimientos, pero cuando nuestros hijos entran en escena, esta claridad se desvanece, dudamos de lo que sentimos y si lo que sentimos es o no correcto.
A veces, no nos permitimos pensamientos o sentimientos porque creemos que van en contra de lo que se espera de nosotros como padres, del ideal de madre/padre
establecido, o de nuestras propias creencias y roles que hemos adoptado como padres.
Ideales que ningún mortal común y corriente podría estar a la altura. No existe el padre o madre perfectos. Tampoco el hijo perfecto
Nos entregamos a ayudar a nuestros hijos a ser conscientes de sus sentimientos y probablemente no somos consciente de los nuestros. Y recordemos que somos modelos de aprendizaje.
Los padres actuamos según un sentimiento de culpa innecesario, pero que está ahí, haciendo que demos más cuando no tenemos más que dar, haciendo que nos esforcemos más allá de los límites y no permitiéndonos sentir lo que de verdad sentimos.
Cuando no actúo según mi ideal de madre/padre entro en conflicto conmigo misma.
Hacemos caso omiso de nuestros sentimientos. Queremos sentirnos “buenas madres”, pero en realidad lo que siento es “resentimiento” cuando hago algo por mi hijo que no quiero hacer. Este resentimiento acaba expresándose e hiriendo los sentimientos de
alguien, de nuestros hijos. Toda la familia se ve afectada.
Educar es una tarea exigente y pensamos que no poner atención a nuestros sentimientos, una y otra vez, no tiene consecuencias.
Si acepto mis sentimientos en cada momento, me respeto y protejo a mí misma, estoy protegiendo a mis hijos.
Si actúo de acuerdo a mis verdaderos sentimientos, daré respuestas sinceras a mis hijos, evitando confundirlos.
Si expresamos nuestros sentimientos a nuestros hijos y ponemos límites, nos tenemos en cuenta. Les ofrecemos nuestros sentimientos más honestos y una oportunidad para tener en cuenta las necesidades de otra persona. A la vez que aprende a darse permiso
de expresar las suyas.
Como madre/padre;
– Acepto mis sentimientos en cada momento
– Respeto mis propios límites. Escucho mis necesidades
– Soy yo misma/o con mis hijos. Tengo puntos fuertes al mismo tiempo que limitaciones,
las acepto.
Recordando que soy modelo para mis hijos.
Como humanos que somos, reconozcamos también nuestro potencial de crueldad, nuestros sentimientos violentos que pueden surgir cuando nos enfadamos. Podemos elegir la forma civilizada de expresar estos sentimientos violentos, la “furia sin insultos” es la alternativa a la expresión de la poderosa emoción de la furia.
La expresión adecuada de la furia nos permite el autocontrol. Cuando tratamos de reprimir nuestro enfado es cuando corremos el riesgo de explotar.
Se trata de poder expresar a nuestros hijos nuestro estado de ánimo, sentimientos, valores y expectativas con un lenguaje no ofensivo, honesto, que se refiera al incidente
ocurrido en el momento específico.
Es en los momentos de furia descontrolada cuando surgen los castigos que dañan la relación de comprensión con nuestros hijos, que afectan al vínculo sólido.
Cuanto menos nos escuchemos y no tengamos en cuenta nuestras necesidades, sentimientos, límites, más posibilidades tenemos de explotar.
Existen factores que provocan la explosión, los arrebatos; puede ser la ansiedad o miedo que nos provocan ciertas actitudes arriesgadas de nuestros hijos adolescentes, que no sabemos cómo gestionar, o factores externos de tensión, en el trabajo, en la
relación de pareja o con la familia extensa.
Estemos atentos a la tensión acumulada, e intentemos ir descargándola poco a poco.
Ante una pérdida de control, recordémonos que esa explosión de furia no me define, y cambiemos el sentimiento de culpa por pensamientos constructivos, ¿por qué ha
pasado?, ¿cómo voy a pedir perdón y mejorar la relación dañada con mi hijo?
La culpa lo único que nos aporta es bloqueo y desconfianza.
Recordar ante el reto que tenemos con la educación/acompañamiento de nuestros hijos adolescentes, que es exigente y difícil en momentos, que somos personas.
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