En las escuelas de nuestro país suceden con frecuencia hechos a los que la cotidianidad y la naturalidad les resta importancia. Parecen cosas de niños hasta que detenemos nuestra mirada sobre ellos por un instante. Las elecciones al Consejo Escolar son un buen ejemplo de ritual ordinario que cobra una relevancia especial en los tiempos que corren. Escuchar a jóvenes de doce años decir que les hace ilusión votar por primera vez, oírles expresar con orgullo que se sienten mayores porque parecen unas elecciones reales, el hecho de que hayan elegido a compañeras y compañeros que destacan por su responsabilidad y su carácter solidario, o que el veinticinco por ciento del alumnado se haya presentado como candidato al Consejo Escolar nos trae a las memoria los mejores recuerdos de la llegada de la democracia.
Tener la oportunidad de hacer crecer el espíritu cívico entre los jóvenes es a la vez un privilegio y una responsabilidad que afrontamos con entusiasmo al constatar que también el veintincinco por ciento de las madres y padres ha acudido a votar. Puede que la escuela sea hoy uno de los pocos espacios públicos institucionales desde los que sea posible hacer crecer la ilusión por proyectos colectivos en los que todos encuentran su lugar, en los que cada uno siente que merece la pena poner un granito de arena en la medida de sus posibilidades, y en los que la actitud del sálvese quien pueda deja de tener sentido.
Es posible que la escuela sea la gran esperanza para una sociedad que además de empleo necesita encontrar valores y proyectos que compartir. Y es muy probable que un civismo generalizado sea la apuesta más rentable que podamos hacer como país.
Felicidades a todos los que habéis participado en estas elecciones.
Add your comment